Somos un acontecimiento. No estamos definidos ni delimitados. El río suena a su paso con cantos de cisne sobre nuestras venas. No existe un final; nada nos espera porque amar no es esperar sino brotar. Acontecernos en el latido suave de los labios succionándose con ferocidad. Un océano entero cantando sus serenatas a nuestras espaldas y vagar. Caernos del horizonte para pisar el suelo más firmemente dentro de una fantasía que es más real que la propia realidad.
Suena un suspiro que agota los pulmones y la fusión es total. Ya no somos dos seres individuales. Muere nuestra identidad en fusión a esa totalidad. Ya no somos tú y yo, somos un acontecimiento. Un caña hueca por la que brota una energía que jamás podremos explicar.