Relatos eróticos: Qué la locura se adueñe de nosotros

En lo hondo de la noche me iba poco a poco perdiendo en sus sonrisas. Ya llevaba un par de horas conociéndola a ella y a sus amigas en una de esas noches de verano donde las vacaciones parece que nunca toman su fin. Siempre hay un poco más de fiesta esperando al final del día, incluso en noches de domingo. Sin embargo, aunque yo la deseara, era con ella, Colette, con la que menos contacto tenía.

Apoyada sobre unos sillones, me decido a ir a hablar con ella en un momento en el que está apartada del grupo mientras el resto de los presentes mueven las caderas.

—Creo que debería sacarte a bailar un poco ya que tus amigas no consiguen convencerte.

—No, no se me da nada bien —responde nerviosa con unos marcados gestos de timidez.

—Estoy seguro de que eso es lo de menos. El baile tampoco es mi especialidad, pero así incluso puede ser más divertido, ¿no crees?

—¿Qué podría tener eso de divertido?

—Pues seguramente yo te pisaría en algún momento y quizá en otro nos miraríamos a los ojos sin saber que más hacer que darnos alguna que otra vueltecita… No sé, sentir ese nerviosismo de no saber más pasos de baile y encontrar consuelo en mirarnos a los ojos. Quizá en abrazarnos…

Poco a poco le voy contando a Colette lo mucho que me gustaría sentir esos momentos de vulnerabilidad en los que sin saber lo que va a pasar, descubrimos la belleza de nuestras emociones en su inseguridad. En el constante conocimiento de dos cuerpos completamente nuevos entre sí.

Esto me hace suspirar como si hubiese algo me apretara en la garganta. Un deseo que anhela liberarse cada vez más y que puedo percibir claramente que ella también está sintiendo.

—Tus palabras muestran que sabes cómo hablarle a las chicas.

—¿Ah, sí? Pues en mis labios guardo algunos secretos más. Mejores formas con las que tentarte.

—No me estás tentando en absoluto porque ya te he visto venir.

—Pues para no estar tentándote no lo ocultas muy bien —espeto con encanto y una risa contenida.

—Vale, mis acciones hablan por sí mismas. Me gusta este juego cautivador, pero soy bastante buena para resistirme —susurra acompañando mi risa—. Solo un simple momento de locura…

La conversación se va volviendo cada vez más divertida. Sus reacciones y sus gestos son encantadores y yo no ceso en imaginarme lo mucho que me gustaría pegarla junto a mi y saborearla como si nuestros mundos chocaran eclosionando juntos.

—Esos simples momentos de locura son los que forman la vida. Al menos cuando intentamos vivir en el fondo de su núcleo. Y como dijo Oscar Wilde, la mejor forma de resistir la tentación es caer en ella.

—Oscar Wilde era inteligente, dijo eso en su interés —responde con una leve carcajada—. Sería demasiado simple si las cosas fueran como deseáramos en cada momento. Aunque me gusta tu forma de pensar.

—Eso es lo bueno de la tentación, que hace las cosas fáciles. Como si amaneciéramos de nuevo en cada madrugada y todo lo demás no importara.

—Se te da demasiado bien poner las palabras en su sitio —susurra con una desconfianza coqueta.

—Eres tú quién inspiraba esas palabras. No es cuestión de saber poner letras en su sitio, sino de qué sentimiento las coloca ahí. Son los cuerpos los que hablan más. Diciendo si están tentados y quieren sucumbir o no. De esto tratan tus cautivadores gestos, de resistir y caer entre timidez y lujuria, o de no hacerlo.

En ese momento el resto del grupo aparece para decirnos que han pensado en cambiar de ambiente. Empieza a hacerse tarde y el local en el que estamos va a echar sus cortinas. Sin pensarlo demasiado mis amigos y yo decidimos acompañarlas a otro sitio donde la fiesta es más movida, la música más alta y el cierre más tardío. Al llegar no tardo mucho en recuperar mi conversación con mi francesa. Esta vez mucho más animada pues ha empezado a desmelenarse y a cautivarnos con su baile.

La acompaño por unos minutos disfrutando del roce de sus manos y el conteo de su cuerpo paseando cerca del mío. Nos paramos, hablamos y seguimos bailando.

—Me gustaría besarte aquí y aquí y aquí… —comiendo a susurrarle en el oído mientras voy tocando distintas partes de su cuerpo con mis dedos índice y medio.

—¿Quieres volverme loca o qué? Esto es muy excitante pero… estos momentos son engañosos.

—Puede ser, pero es importante que existan. Aunque sean engañosos. La vida es un constante flujo perceptivo, y estos instantes mágicos son necesarios para mantenernos cuerdos. El caos equilibra la razón. Sin caos la razón por sí sola nos acaba destruyendo en el hastío.

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Vive conmigo en estos momentos de caos, pienso. Equilíbrate en la sinrazón y despiértate más libre y alegre en la mañana. Como si te hubieses quitado algunas cargas de encima. Las típicas de los pensamientos del día a día. Las típicas de las frustraciones de los tiempos perdidos. Quizá no caigas en mis tentaciones pero igualmente tu mente recuperará su jovialidad en ese desorden desestructurado, fuera de una vida perfectamente ordenada y planificada.

Será en el misterio alimentado por la pasión del corazón donde acabaremos sucumbiendo.

—Es muy bueno saber que puedo inspirarte, pero en el transcurso de una noche, no creo que te haya dado algo interesante.

—Lo que das lo das con lo que transmites. Con el efecto que causas. Lo que nos transmiten, si somos sensibles para percibirlo, nos dice mucho más de alguien que las palabras. A través de esa sensibilidad se te puede conocer mucho más en una noche que en una vida donde solo se aprecian los hechos superfluos.

—Es complicado responder a lo que acabas de decirme, me siento ligera y serena. Me gusta vivir así, sin complicarme la cabeza y disfrutar de todo. Mi misterio seguirá siendo mi encanto seguramente.

—No olvides mis besos por tu espalda mientras dejas de complicarte la cabeza —susurro acariciando su cintura levemente de nuevo con mis dedos—. Quiero a la traviesa que llevas dentro.

—¿Qué es traviesa?

—Traviesa es una chica como tú a la que le gusta jugar y sacar su parte de niña mala.

—No soy mala, soy un ángel.

—No estoy de acuerdo. En todo caso un ángel que juega a ser demonio.

—Seguramente seas tú el que quiera que sea ese demonio.

—Seguramente eso sea porque veo que lo que más deseas es serlo.

—Me vas a hacer estremecerme más de lo que ya estoy. Y nadie a dicho que solo quiera ser un ángel.

—Cierto, solo lo han dicho tus palabras, no tu cuerpo contenido deseando explotar. Todos tenemos una parte oscura. Una que es fascinante abrir y descubrir. Para sacarla solo tenemos que esquivar a San Pedro y colarnos por nuestra cuenta por las puertas del paraíso.

Los dos empezamos a reírnos apoyados sobre una pared de la discoteca. Apartados del eterno bullicio de la música Trap. Mirándonos a vistazos sueltos. Jugando a las cartas con la timidez de las miradas.

—Me fascina ver cómo entiendes la mente humana y cómo me sabes provocar con cada palabra —resopla visiblemente cautivada sin perder el control.

Embutida en sus análisis pero cayendo ante el efecto de una seducción que nos hace uno en el espacio tiempo de esta unión energética que tenemos juntos.

—Te entiendo porque presto atención. Siempre me ha gustado aprender sobre psicología y me encanta meditar y explorarme a mi mismo. Descubrirme en las sensaciones y explorar en las de los demás.

—Mi personalidad me hace más agradable que mala… lo que a veces me perjudica —resopla.

—Eso es porque todo tiene su punto positivo y su punto negativo. No hay nada que hagamos que no pueda ser sujeto a crítica o que se malinterprete. Lo ideal es saber cómo equilibrar esa balanza para que puedas seguir siendo tú misma sin que des lugar a suposiciones erróneas que los demás puedan hacer de ti y que te perjudiquen.

Las conversaciones se van volviendo más profundas. Buscamos esa profundidad detrás de las simples apariencias. Mirando hacia el fondo sin perdernos en la paja. Aceptando lo bueno y lo malo, y apreciando su belleza por su mero despertar sin importar su dirección.

—Admito que a veces simplemente prefiero perderme —espeta con seguridad.

—¿Y cómo te imaginas cuando prefieres eso? ¿Qué deseas hacer o hacer conmigo ahora?

—Eso sigue siendo un secreto —sonríe coqueta.

—Yo me imagino besándote. Despacio, muy despacio. Con tu espalda desnuda sobre la arena de la playa, acariciándote con mis labios al igual que acabo de hacer sobre tus hombros. Sobre todos esos puntos de tu cuerpo que he ido tocando. Sintiéndote sonreír sobre mis manos aún sin fiarte del todo de mi…. Como ves, yo no soy tanto de guardar secretos.

—La imaginación es la mejor manera de soñar con cosas que no puedes tener. Y sí, por supuesto, siempre es bueno que te digan cosas así.

—¿Prefieres que lo que imagine haciendo contigo se quede en mis secretos? Quizá no pueda tener tu cuerpo —susurro acariciando sus brazos situándome justo en frente de ella—. Pero ¿qué dice tu mente? ¿De verdad no quiere saber un poco más?

—La tentación siempre está ahí, decirte lo contario sería una mentira. ¡Eres un pequeño demonio! —suelta de repente mientras se ríe—. Tus oraciones no me ayudan a saber lo que quiero.

—Es cierto. Lo soy —contesto con una sonrisa—. Por eso deberías llevar cuidado conmigo si no quieres quemarte. A veces una retirada a tiempo es una victoria si vemos que vamos a sucumbir en la batalla. A no ser que sucumbir sea lo que más deseemos…

—¿No tienes miedo a sufrir cuando las cosas salen mal? Y si el otro no te da lo que tú buscas…

En ese momento me percato de sus reticencias ante un futuro incierto, quizá bañado por un pasado de dolor donde las expectativas le han atacado con su insatisfacción.

—Aunque suframos siempre podemos recurrir a la poesía para ver pasión y belleza en el propio sentir del sufrimiento. Por eso Oscar Wilde defendía tanto la tentación, porque tenía ese mismo amor perceptivo hacia las quemaduras de la pasión que se forjan sobre la piel de una vida vivida con intensidad.

–Creo que entiendo lo que quieres decirme…

—Aprendes a ser feliz moldeando tus percepciones para encontrar felicidad en todo, incluso en los malos momentos. Simplemente por la apreciación de la energía a través de la belleza, no importa que ganes o pierdas. Importa lo que estás viviendo. Aquí y ahora. Todo lo demás es siempre pasajero…

—Me dices cosas que me cuesta mucho entender pero al mismo tiempo tan bellas… Pero tienes toda la razón. La poesía cura las heridas.

—Al final te voy a contagiar la pasión por la poesía. Yo soy de la ciudad de un muy famoso poeta llamado Miguel Hernández. En España a lo largo de la historia siempre ha habido autores muy buenos. Imagino que en Francia también, aunque lo desconozco. Aquí hay mucha cultura poeta y movimientos recientes que la están poniendo muy de moda. Te puede servir para seguir mejorando tu español y para escribirme a mi alguna cosa bonita.

—Creo que todavía necesito mucho tiempo para poder escribirte esas cosas.

—No te preocupes, yo te enseño entre beso y beso. Provocándote con mi lengua.

—No juegues con eso, sabes que no vas a conseguirlo.

—Solo poquito a poco. Beso a beso desde la línea de tu cintura hasta tu cuello. Saboreando tu piel con el fino roce de mi lengua. Estremeciéndome con las vibraciones de tu cuerpo. Viajando con mis manos por tus curvas. Línea a línea. Sujetando tus deseos con firmeza mientras cerramos los ojos y dejamos que sean los cuerpos los que hablen. Puedes decir lo que quieras, pero jamás podrás negarme la fantasía. Vivirla conmigo en el roce de tus sentidos.

Tras esta conversación, sus negativas caen a nuestros pies materializas en un beso que me desgarra los labios. Sintiendo toda la pasión estallar dentro de sus botellas de cristal; sin poder contenerla más.

—No tienes derecho a usar tus habilidades de poeta para tentarme. Yo lo llamo trampa.

—Puede que tengas razón. Pero eso no lo hace menos divertido, ¿no? Aunque sepamos que nos están tentando nuestro cuerpo responde a las palabras y aunque no queramos, por dentro lo deseamos.

—Reconozco que me gusta mucho hablar contigo. Y tal vez nuestros cuerpos hablan por sí mismos.

—Así es enana, y todavía quiero que hablen y vibren mucho más…

—¿Qué es enana? —pregunta de nuevo al no conocer esa palabra en Español.

Y por algún extraño motivo me estremece con su inocente forma de preguntar.

—Es una expresión cariñosa. Significa pequeña.

—¿Estás diciendo que soy pequeña? Es verdad.

—¡Sí! Una pequeña muy sexy que transmite una energía muy bonita.

—Por la energía puedo estar de acuerdo con eso, pero el lado sexy… No soy mucho…

—No sé lo mucho o lo poco que te consideras tú, pero te podría demostrar encantando lo mucho que disfrutaría yo de ti. No dudaría en admirar todo tu cuerpo con cierta demencia. Vagando por cada centímetro de tu piel en su desnudez.

Tras mis insinuaciones, me explica que la autoconfianza no es su punto más fuerte y que le cuesta recibir cumplimos, especialmente creerlos. Algo que me cuesta entender aquí como me encuentro embelesado por cada uno de sus sutiles y seductores gestos. Embelesado por su picardía de niña buena y a la vez muy mala.

—Una persona con baja autoestima no suele reconocerlo. ¡No me engañas tan fácilmente! Quizá solo te falte creértelo un poco más.

—Sí, pero no puedo. Es más fuerte que yo, no lo creo.

—Pues mira, si te vale como terapia, puedes imaginarte que me estás acompañando en una ducha mientras gustosamente me detengo a saborear ese cuerpo en el que dices que no confías. Sentir cómo lo deseo. Como deseo hacerte mía de pies a cabeza. Y de paso, sentirte libre de hacer lo que quieras conmigo. A ver que se te ocurre y a ver si evitamos dejarlo de nuevo en las garras del misterio.

—Eres demasiado fuerte… Nadie puede permanecer insensible a eso. Quiero que esta noche sea tu locura la que me cuide —susurra antes de besarme y fundirme con un fuerte y cariñoso abrazo.

—¿Cómo nos gusta salirnos de la línea de puntos verdad?

Que sea la locura la que se adueñe de nosotros. Sintiéndonos más nosotros mismos cuanto más locos nos volvamos…


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bravetys

#wearebrave #feelthepassion

La vida es un conjunto de experiencias. La suma de momentos que se nos escapan de las manos, inolvidables es su bella fugacidad. A los que añadimos otros que desearíamos soltar y no volver a ver jamás. Unos y otros en la hoguera de la vida nos hacen saltar y llorar. Vagar a la deriva o a ritmo recto. La deriva a veces da miedo, pero sin ella nada tendría sentido. ¡Así que hazlo intenso! Prepárate para disfrutar intensamente y salta a esa bella hoguera. ¡Embrújate por la pasión! No tienes nada que perder, pero sí mucho por sentir.

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David Belmonte
David Belmonte
https://bravetys.com/
David Belmonte es Graduado en Marketing por la Universidad de Murcia, Máster en Inteligencia Emocional y Mindfulness por la Universidad de Valencia, Experto Creativo por la Universidad San Jorge y MBA. Con 20 años de experiencia, está considerado como el autor de habla hispana más innovador en el área de las habilidades comunicativas aplicadas a las relaciones sociales y la seducción. Creando un modelo de comunicación emocional que encontrarás en su Máster online así como en sus libros Despierta Belleza, El don de la labia y Ligar por WhatsApp.

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