Me siento agresivo. No me apetece nada empezar a hacer el gilipollas con el de dónde eres y chorradas del estilo. De ir andándome por las ramas he caído muchos veces al duro suelo. Quizá lo que necesite sea irme a casa y tumbarme a leer un buen libro. Posiblemente acompañando sus páginas de una copita de vino.
Mis amigos intentan animarme con el escaso éxito de un bufón ignorado por su corte. Y aun así empezamos a caminar… Aún así siempre me dejo liar.
La zona de los pubs está muerta. Únicamente un local parece sobrevivir. En estado comatoso, pero vivo… Así que entramos a ver qué nos encontramos.
El pub es pequeño y no está ni medio lleno, pero ni falta que hace, pues nada más entrar vemos a dos chicas con ánimo y brillo de noble juventud. La más marchosa de las dos nos presenta a la otra amiga antes de que podamos abrir el pico. ¡Ellas toman la iniciativa!
—Se llama Ana —dice la menos agraciada mientras me expone a su amiga como si fuese una obra de museo que intenta vender.
Intercambiamos nombres, después un par de besos. Y acto seguido nos quedamos todos callados como tontos. Al menos durante unos segundos.
¡David! ¡Despierta! Ya que estás aquí, al menos intenta animar un poco el cotarro. ¡Saca el picante y muerde con frialdad!
Me fijo en la recepcionista del museo. Sí, en la presenta amigas. Mi falta de entusiasmo me ha dejado y como el que recupera la vista, comienzo a apreciar lo que tengo delante. La chica que ha intentado presentarme en guapa, pero me interesa más ella. Toda ella con sus oscuros ojos y su piel morena. Con su mediana altura de formas esbeltas. Con su bonito y delicado rostro que muestra la picardía de haber roto más de un plato.
Así que me digo, ya que estamos aquí, intentaremos animar un poco el cotarro…
—Deduzco que eres una chica muy expresiva —espeto dirigiéndome directamente a ella mientras el resto de los presentes se gana el frío de mi ignorancia.
—¿Sí? ¿Por qué? —contesta con gesto juvenil.
—Por la cara que acabas de poner —repongo interpretando sus gestos con exageración.
—La verdad es que me dicen mucho que soy expresiva —susurra regalando un risa tímida que me arde en las manos.
Hago una pausa. ¡Calma! ¡Calma! ¡Calma! Me digo penetrando en sus ojos mientras ambos caemos presas del embelesamiento de nuestros abismos.
—¿Qué más dicen de ti? —insinúo poniéndola contra la pared con un claro gesto de sexualidad en mi entonación.
Muestro expectación;
mientras ella duda.
—Pues no lo sé.
—Podría decir de ti que además de ser muy expresiva, eres una chica extrovertida —propongo echándole una mano—. De otro modo no nos hubieses presentado a tu amiga con tan poca piedad.
—Bueno, puede que un poquito —contesta ella mientras su tímida risa se pelea de nuevo en mi cabeza.
—Aunque también tienes momentos de timidez y nerviosismo. Sobre todo delante de un chico atractivo como estás ahora, ¿no? —tonteo con arrogancia mostrando mi lado más descarado.
—Me gusta tu pelo —contesta regresando a su tono inocente—. Pero bueno, sí. Soy un poco tímida también, aunque no creo que tenga nada de malo.
La miro sin decir nada y sonrío,
ella aparta la mirada, la dirige al suelo nerviosa,
confusa, como el que mira un vaso vacío.
—Mírame a los ojos, por favor —ordeno mientras la cojo de su mano izquierda.
Su piel es suave. Acaricio sus dedos con lentitud y un amanecer se abre luminoso en nuestro tacto. Siento su nerviosismo. La vibración del que teme quedarse pero teme más marcharse; perdérselo.
—¿Cómo te llamas? Todavía no me lo has dicho —pregunto en un tono más relajado.
—Mónica —responde intentando recuperar una compostura más segura.
—Muy bien Mónica, yo soy David. ¿Sabes? Me gusta mucho que seas risueña. No dejas de sonreírme pese a lo nerviosa que estás.
—Yo no estoy nerviosa —contesta ella mientras sin pretenderlo me doy cuenta de que puedo usar esto como una anzuelo.
Me acerco a ella y le doy un beso lento y suave en la mejilla. Caminando con mis labios sobre su piel… Oliendo su perfume mientas caigo en la expectación de lo que está por suceder.
—¿Y ahora estas un poquito más nerviosa?
Sigue riendo y apartando la mirada mientras sostengo y acaricio su mano.
—La verdad es que me estas poniendo un poquito nerviosa, sí —contesta tirando con fuerza de mi justa antes de amarrarme en un beso sentido y sin compasión.
No sé si me acerco yo o es ella, pero muerdo. Muerdo sus labios carnosos, prohibidos como el dulzor de alguna manzana recogida por Adán en su Edén del más allá.
—Eso ya me gusta más Mónica. Tienes que ser sincera conmigo, porque yo soy muy sincero.
—Vale.
—Soy tan sincero, que te tengo que avisar. No soy un chico bueno para ti —susurro con seriedad; impactando sexo a sello en las palabras.
Juego a quemarme, generando una barrera mediante el miedo.
Amando lo imprevisible. El desconcierto que atrae al gato a la oscuridad.
—¿Por qué no eres un chico bueno? —pregunta en garras de la curiosidad.
—Porque no soy bueno con las chicas como tú —sigo mirándola fijamente y sus bellos rasgos me atacan como balas indiscriminadas—. Puedes salir corriendo cuando quieras.
Su cara cambia. Está flipando. Me río por dentro pero a la vez me aviso a mi mismo de que tengo que bajar los humos sexuales si no quiero acabar intoxicando esto. Le planteo un juego para examinarla y que se esfuerce en gustarme. Es muy joven y seguro que estas tonterías le gustan.
—Te voy a plantear un juego, para saber si de verdad no eres una chica tímida. No me gustan las chicas tímidas.
—A ver, ¿qué juego?
—Te voy a plantear algo que dé vergüenza. Sin pasarme. Y tú tendrás que hacerlo —propongo—. Después puedes plantearme tú algo diferente a mi.
—Ok, pero primero dime lo que es. No me voy a lanzar a la piscina sin saber si hay agua.
Sin más dilación, le planteo mi reto.
—Tienes que ponerte en el centro de la pista, subir un brazo y gritar: ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhh!
Le planteo un reto fácil, fácil. El truco está en empezar poco a poco con alguna chorrada y más adelante darle una voltereta para acabar proponiendo sexo. ¿Será esta una buena patada al antiguo testamento? ¡Juguemos pues!
—¡Puahh! ¡Eso esta chupado! Si lo estaba haciendo antes…
—Pues adelante entonces…
Sin pensárselo mucho se sitúa en el centro de la pista y pega un grito que se escucha en todo el pub. La gente se queda mirándola y yo empiezo a descojonarme.
—Muy bien Mónica, te mereces un beso —digo intentando contener la risa.
Le doy un beso lento y acariciante en el cuello. Sintiendo vibrar un escalofrío en mis labios.
—Ven aquí —espeto cogiéndola de la mano.
La llevo a unos taburetes altos un poco más apartados. Todo lo apartados que podían estar en un pub tan pequeño. Y empezamos a hablar de todo un poco. Qué hacemos o qué queremos hacer para ganarnos la vida, cuales son nuestros sueños profesionales, y por supuesto, aficiones. Temas interesantes para conocernos.
Poco a poco me va gustando más. Me acerco y le muerdo en los labios.
Ella se queja, pero no me dice que pare.
Me levanto invitándola a alzarse conmigo mientras la acerco a mi.
Junto su sexo y el mío apretando mi mano a la parte baja de su cintura.
Ella suspira. ¡Se sulfura!
—Quiero perderme en ti Mónica. Acariciarte fuerte. Apretar tu culo desnudo con mis manos —susurro provocador.
Siento como mi voz más ronca y profunda canta en sus oídos rompiendo sus líneas. Dejándola sin estructuras. Tal y como estoy yo, sin escudo. A pecho desnudo deseando entrar en sus paraísos. Como el perro abandonado que por fin encuentra dueño. Deseo hacerla completamente mía.
—Tenías razón, no eres bueno. Deja de provocarme —susurra mientras me muerde entretenida.
—Ya te lo había advertido. Quiero sentirme dentro de ti, Mónica. Y que el mundo explote porque te prometo que tú y yo no nos enteraremos de nada mientras lo hace.
Nos seguimos besando… Como humo de tabaco intoxica mi mente y mis pensamientos.
No creo que pueda aguantar mucho más.
—¡Ven conmigo! —me dice ella cogiéndome de la mano.
¿A dónde me lleva? ¿No me llevará donde creo que estoy pensando que me lleva? No, no creo.
¡Pero sí!
Me enfila hacia el aseo de los chicos. ¡Esto va a ir de sexo en el baño! Me ha pillado algo desprevenido, pero dios, no puedo negarme. Esperamos a que salga un chico de una de las dos puertas, y me meto dentro. Mientras otro chico contempla la obra sin dar crédito.
Una vez dentro seguimos besándonos. Meto mi mano por debajo de sus pantalones; notando su humedad. Toco su sexo con una suave presión y me percato de que tiene un poco de bello. Ella grita contenida en mi oído pegándose más a mi cuerpo. Acaricio su clítoris, le muerdo. Aprieto su culo, pero esta vez por debajo de sus pantalones.
—Tendremos que darnos un poco de prisa, ¿no queremos que nos echen verdad?
—Me da igual —contesta ella—. Si no echan siempre podemos seguir en otra parte —araña con sus palabras.
Le doy la vuelta y pongo su culito empinado frente a mi.
¡Oh my god! El dios mío ya no me sale en castellano.
Ella me mira mientras me quito los pantalones,
mete su mano y comienza a tocar mi polla,
arriba, abajo, arriba y abajo.
Me encanta sentir su mano, sigue siendo igual de suave sobre mi miembro. Pero ahora la quiero a ella. Acerco su culo a mi e intento penetrarla con suavidad. Su sexo está muy cerrado, pero al mismo tiempo húmedo.
Muy muy húmedo.
Me mira a lo ojos. ¡Fijamente!
Me impacta a misilazos, rodeando todos mis mapas con su deseo. Y la siento, dios como la siento.
La penetro una y otra vez mientras me agarro a su culo con fuerza.
¡Ella gime! Gemidos entrecortados que gritan como libertarios.
Tapo su boca con suavidad con mi mano.
—Me encanta como gritas, pero ahora no pareces la niña tímida y buena que eras. Sigue mirándome así. Siente mi polla dentro de ti. ¡Dámelo! Dame tu culito. Es mío —susurro a su oído con voz sexual y su respiración se acelera.
Empieza a vibrar y siento su orgasmo. Ya viene,
dios que preciosa está ahora a punto de correrse.
No puedo imaginar más bella imagen.
La observo como se corre, y finalmente,
yo también me voy…
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#wearebrave #feelthepassion
La vida es un conjunto de experiencias. La suma de momentos que se nos escapan de las manos, inolvidables es su bella fugacidad. A los que añadimos otros que desearíamos soltar y no volver a ver jamás. Unos y otros en la hoguera de la vida nos hacen saltar y llorar. Vagar a la deriva o a ritmo recto. La deriva a veces da miedo, pero sin ella nada tendría sentido. ¡Así que hazlo intenso! Prepárate para disfrutar intensamente y salta a esa bella hoguera. ¡Embrújate por la pasión! No tienes nada que perder, pero sí mucho por sentir.