No existe la realidad, existe tu verdad.
Vivimos en un mundo lluvioso. Esa lluvia representa la tormentosa y apabullante afluencia de estímulos que se suceden uno tras otro como gotas cayendo hacia el vacío.
No existe una realidad, somos las personas quienes dibujamos a papel y lápiz cada día el reflejo de la vida. Para unos ese reflejo será artístico, creativo, grande, maravilloso. Para otros no es más que una lucha. Una batalla constante con grandes caídas y levantamientos si proceden.
Hay quienes aceptan la lluvia y recogen el agua más purificada. Avanzan y sienten el día a día como un crecimiento. Otros se deprimen y trasladan la tormenta que hay afuera hacia sus adentros.
Una lluvia de estímulos. Una lluvia de sensaciones. Un goteo de creencias. Lluvia de éxitos y fracasos.
¡Cae bella hoja del árbol caído! Recógeme con tu pena en las garras del amor y acaricia mi ser con tu dulzura. Llámame princesa de rubios cabellos y ocúltame en ellos frente a las flechas del mundo.
¡No, no, no! Me digo. No me rendiré a la pena ni me ocultaré bajo los escudos de un muro. No seré un pirata aterrado en su cacería.
Tan solo es una lluvia que cae sobre mojado. Sobre los charcos de nuestros condicionamientos pasados. Y lo único que está en nuestras manos no es recogerse bajo techo para dejar pasar el tiempo y consumir la vida, sino salir ahí fuera y danzar al ritmo de las gotas que chocan contra el suelo.
Es la alegría de vivir, la alegría de aprender a percibir el mundo en todo su esplendor. Con entusiasmo y sin miedo. Sin miedo ni siquiera al resfriado de resultar empapados. Cerrar los ojos, respirar profundamente y envolverse en la magia de la naturaleza. Y al volver a abrirlos, sentir el nuevo imperio creativo que es el mundo.
Poema del libro: Despierta belleza
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