Si te digo que todo vale quizá no me creas, pero esa es la única verdad. En la jungla social, a veces, nos arrancamos la piel a tiras. Discusiones, ohhhh benditas agonías de ahogares en aguas poco profundas. Cuando sentimos que quizá podríamos haberlo evitado. Quizá no debimos hablar tan alto, pensamos. Pero a menudo caemos una y otra vez entre los mismos escombros para saborear el barro que nos hace humanos.
Lo siento, te pido disculpas pero el daño ya está hecho y nadie tiene esa bella máquina del tiempo que los dibujos nos mostraron.
Pero si libre, he de saborear barro, me lo tragaré con gusto. Pues más vale reconocer un error que no dejarse llevar por no errar.
Ohhh, ámame sin miedo, dulce sirena del rencor, pues nada quise hacerte, pero caí de nuevo en tus provocaciones. Y no hagamos caso a quienes por bandera de plata dan lecciones de perfección, pues son esos los primeros que hieren y encienden sus infiernos tras sus armaduras de protección. Máscaras pegadas que luego predican basura a las espaldas del que para ellos es digno de la orca de un rey.
Amor no es una palabra, es una caja de Pandora de donde siempre extraemos sabias soluciones. Porque si bien muchas veces nos hieren, otras también nos quieren. Y yo seré el primero que solucione una discusión con un beso. ¿Dejar problemas no resueltos sin tratar? Nada más lejos, pero si he de tratarlos que sea empezando por el deleite de tus labios. Y si no hay labios que besar porque el amor es de amistad, un abrazo primero habremos de dar. Porque yo te quiero. Pero cuanto más te quiero, más libre me siento y más te hiero. La confianza da asco, si, lo sé, es una fea expresión. Pero es la confianza la que por hacernos libres a veces nos vuelve insensibles. Disparando entonces cuando nunca quisimos siquiera tocar el gatillo. Quizá había rencores escondidos en nosotros. Pequeñas heridas sin sanar como rasgaduras hechas a lo largo de los años.
Vivimos en una jungla social. Acéptalo, compañero, y no te líes demasiado. Aprende de la jungla, abre bien los ojos y sé como un molde que se adapta cual río que fluye en sus caminos. Únicamente, cuando te sientas mal, piensa: ¿cómo me habría sentido si hubiese tomado el camino opuesto? Recuerda que una vez a Buda le escupieron y él se limitó a preguntar a ese hombre si tenía algo más que decir. Porque siempre hablamos, y siempre nos hablan, pero nosotros decidimos cómo vivir en nuestras junglas. Decidimos si queremos vivir asustados por los gusanos o si hacemos lo que podemos para convertirlos en bellas mariposas. Todos tenemos una mariposa en nuestro interior que baila con las nubes de fondo. Como si el sol solo fuese suyo y se hubiese creado para dar brillo a sus alas. Todos somos mariposas, únicamente, sin quererlo, nos comportamos a veces como auténticos capullos.
No temas la jungla mi amor. El brillo de tus ojos ilumina la oscuridad y espanta a las serpientes, y aun cuando así no ocurra, aun cuando la oscuridad te consuma, recuerda que amor eres tú en tu interior.
Ama y sé libre, pide perdón, a ti, al afectado y al malhechor. Porque todo, absolutamente todo, es una cuestión de perspectiva y no hay ejército que no crea que Dios está de su parte.
Y es que caer, lo que es caer,
caeremos. Caeremos juntos de la mano,
y nos levantaremos uno al otro apoyados.
Lo siento, te pido perdón. Meditaré sobre mis actos para intentar no volver a ofenderte, aunque sé que tarde o temprano lo volveré a hacer. Ahora estás mal, yo también, pero nos queremos y si ponemos de nuestra parte, sin ser perfectos ni buscar perfección, daremos con la llave que siempre nos abra nuevas puertas, pese a que otras las cerremos.
Poema del libro: Despierta belleza
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