La felicidad no es un estado de euforia y gran alegría tal y como podamos pensar en una primera instancia, sino que es el resultado de una actitud positiva ante la vida que nos hace estar en un cierto nivel de equilibrio emocional beneficioso para nuestro bienestar.
La felicidad se construye día a día y debe depender únicamente de nosotros. Es un estado interior para el cuál su mayor enemigo es lo que el budismo llama ignorancia. Una ignorancia que nos hace ver y sentir la realidad de forma distorsionada. El objetivo de este artículo será aportar lucidez al respecto y que mediante este nuevo conocimiento podamos enfocarnos a ser cada día un poco más felices.
A continuación reflexionaremos sobre la felicidad y el consumo, o para entenderlo mejor, hasta qué punto el dinero y la posibilidad de tener gran cantidad de posesiones materiales contribuyen a que seamos más o menos felices.
Felicidad dependiente del consumo
¿Se puede ser feliz sin dinero o grandes posesiones materiales? ¿Influyen éstas en nuestro grado de felicidad? ¿Es más feliz el que más tiene?
Estas son algunas preguntas que podemos plantearnos, y es que mucho se ha criticado al consumo desde la corriente más espiritual, pues basar nuestra felicidad en posesiones materiales puede acarrear serios problemas como son la envida, el odio y la frustración. Problemas que si lo pensamos bien y aprendieramos a ser felices con menos en lugar de estar empeñados en tener más, desaparecerían por completo.
Para que la felicidad reine con más fuerza en nuestras vidas se ha estudiado que es necesario un cierto nivel de bienestar, pues si nuestras necesidades más básicas en la Pirámide de Maslow están satisfechas (Fisiología y Seguridad), entonces es cuando empezamos a fijarnos más en las de arriba, ¿verdad? Pues bien, aunque no entraremos con exhaustivo detenimiento en el estudio del comportamiento sociológico, si podemos anticipar ya que a día de hoy sigue siendo una realidad el comprar por ostentación. Dicho de otro modo, comprar para que otros te valoren por lo que tienes.
Esta actitud es muy peligrosa, pues comunica falta de autoestima en el individuo que ve condicionado el valor que él mismo se da, al valor que la sociedad le puede otorgar, entregando así la responsabilidad de su felicidad a la aceptación externa.
Es importante que seas consciente de este hecho. Si sueles comprar pensando en lo que van a pensar los demás cuando te vean con ese nuevo producto, deberías reflexionar sobre ello, pues tu felicidad puede estar siendo demasiado dependiente de la opinión de los demás y ante opiniones negativas sentirás frustración y desánimo. A este hecho habrá que sumarle el de comprar para reforzar la propia autoestima.
Si piensas que teniendo más y mejores posesiones materiales eres «mejor», es decir, te valoras más a ti mismo, eso es que tu autoestima está condicionada por lo que tienes y no por lo que eres. Se han dado muchos casos de suicidio de personas que han tenido grandes fortunas y tras perder importantes cantidades de dinero han acabado con su vida (Ejemplo: suicidios en el crack del 29), incluso en personas que seguían siendo ricas. Este es un ejemplo extremo de hasta qué punto dejar que nuestra autoestima dependa del dinero nos puede acarrear una gran infelicidad.
Esclavos del consumo
Sigamos a continuación con un extracto (texto en cursiva) que he transcrito de una conferencia de Gilles Lipovetsky, filósofo y sociólogo francés, y que pese a que no estoy de acuerdo con todo lo que dice en ella, sin duda este trozo es fantástico:
¿Qué puede llevar a los hombres a buscar la felicidad en otros centros de interés que no sean el consumo?.
Ofrecer a los individuos propósitos y tareas en ámbitos que no tienen que tener nada con el propósito de consumir. Esa acción de crear una ecología de la mente de la existencia entera, buscando un mayor equilibrio. El consumo no es un mal pero tiene hoy en día un valor excesivo que desequilibra las modalidades de la existencia. Cuando uno tiene una auténtica pasión comprometida en la acción entonces no hay necesidad de reducir el consumo, se hace naturalmente pues hay otros centros de interés en la persona. Las críticas del consumo no sirven de nada, son inútiles, innecesarias. Debido al impacto del consumo sobre el planeta sabremos que eso no podrá durar así, y habrá que buscar nuevas formas energéticas, es útil y necesario criticar un modelo de consumo, pero también es importante inventar nuevos modos de educación y de trabajo que deberían permitir que los individuos encuentren una identidad individual así como satisfacciones en ámbitos que no tienen nada que ver con los paraísos pasajeros del consumo. La importancia de ellos es que a través de otras pasiones el hombre pueda relativizar el consumismo, y la adquisición de bienes y de marcas no aparezca como el Alpha y el Omega de la vida.
Estoy completamente de acuerdo con Gilles Lipovetsky en que el consumo no es malo siempre y cuando este consumo sea sostenible tanto para la naturaleza como para el bienestar del ser humano. Un exceso de valor a la posesión de bienes materiales obliga a las personas a pasar su vida en un estado de esclavitud, donde lo importante es trabajar más y más y así poder tener más y más cosas o una mayor cuenta bancaria que les dé seguridad económica. La palabra es esclavitud. Nos volvemos esclavos del sistema y somos asesinados por el miedo tanto ricos como pobres. Esa necesidad de poseer deriva en que ya no podamos disfrutar de tiempo libre para dedicarlo a nuestra familia y amigos o a la naturaleza que nos rodea, o lo que es peor, que pasemos tantas horas trabajando que en nuestro tiempo libre nos volvemos incapaces de desconectar y permanecemos ansiosos.
Muchas personas están continuamente en terapia cuando su problema no es que estén mal de la cabeza o tengan problemas psicológicos determinados, su problema es que no pueden desconectar de su mente. En algunas escuelas de Asia se trata a esta gente simplemente dándoles un trozo de jardín donde puedan desconectar durante un tiempo del resto del planeta y de sus problemas, distrayéndose con labores artísticas (pintar, tocar, cantar, etc). Eso es más efectivo que vivir siempre en una terapia crónica. Debemos aprender a desconectar y acercarnos a un estado de consciencia del momento presente. Si podemos hacerlo durante todo el día mejor pero como mínimo habría que esforzarse en conseguirlo en nuestro tiempo libre fuera del ámbito laboral.
La felicidad es interior, no exterior; por lo tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos (Henry Van Dyke, Escritor estadounidense)
Un consejo final
Mi consejo final es que derives esas necesidades consumistas hacia encontrar, en palabras de Lipovetsky, una auténtica pasión comprometida en la acción. Puedes céntrate más en tu desarrollo personal como individuo. Concéntrate en tus pasiones y sueños, lo que en la Pirámide de Maslow sería la autorrealización, y en disfrutar al máximo de tu presente, que es lo único con lo que contamos, alejándonos así de hacer dependientes a nuestra felicidad del consumo social o la necesidad de consumo, y acercándonos más hacia un consumo responsable.
La libertad exterior que alcancemos depende del grado de libertad interior que hayamos adquirido. Si es ésa la correcta comprensión de la libertad, nuestro esfuerzo principal debe centrarse en realizar un cambio en nosotros mismos (Mahatma Gandhi)
Aceptarse a uno mismo y asumir la valentía de conocerse bien. Quererse tal cual se es en el ahora. A partir de ahí, dar siempre lo mejor de uno mismo y así crecer. Con pasión y entusiasmo por vivir la vida en toda su plenitud. Lucha por tus deseos y pasiones pero al mismo tiempo no permitas que tu felicidad dependa de que se cumplan. Simplemente, concéntrate en la magia del momento.
Bibliografía:
GILLES LIPOVETSKY – La sociedad del hiperconsumo