Desde la sabiduría oriental se nos inculca mucha la creencia de que el ego es el origen de casi todos los males psicológicos.
El ego nos hace ser posesivos. Nos hace identificarnos con una personalidad y unas cualidades. Algo que a la larga y según nuestras experiencias, puede generar graves repercusiones: frustración, tiranía, miedo, inseguridades, etc.
Controla tu ego y haz que trabaje a tu favor
Destruir el ego no es una buena idea
No es sensato pensar que en esta sociedad en la que vivimos, con todas sus influencias e intereses: amistades, compañeros, medios de comunicación, competencia, etc. Podamos desembarazarnos totalmente de nuestro ego.
Quizá un monje en el Tíbet en total paz y armonía, y con grandes dosis de meditación, pueda hacerlo. Pensándolo bien, ¿para que va a necesitar? Pero nosotros nos enfrentamos a retos todos los días. A la jungla de nuestras vidas. Trabajos complicados, personas que nos atacan, discusiones, situaciones que consideramos injustas, y de nuevo, un largo etc.
Para mi, siendo conscientes del ambiente en el que vivimos y de su caos, más que eliminarlo o juzgar al ego como a un enemigo, considero que tenemos que ser valientes para conocerlo y comprenderlo.
Aprende a dominar tu ego
Aceptarnos a nosotros mismos con nuestro ego, y a su vez ser observadores desde nuestra energía interior donde podemos soltarlo y hacer que desaparezca por momentos. Ayudándonos además a comprenderlo más y más.
De esa forma podemos gestionarlo y dirigirlo, aprendiendo a desembarazarnos de él cuando no lo necesitamos, y a contar con su ayuda cuando precisamos de su fuerza energética.
Porque cuando decimos: voy a por todas, voy a ser el mejor, yo puedo hacerlo, nadie puede detenerme, voy a conseguirlo…
Cuando nos decimos todo eso, estimulamos la energía de nuestro ego. Una energía que nos llena de garra y entusiasmo. De pasión hacia actuar ahora. Una energía imprescindible para sobrevivir y conseguir nuestros logros en esta sociedad.
El ego una herramienta, un arma
Asegúrate de que no se vuelva en tu contra
Por tanto, no consideres al ego tu enemigo. Considéralo como a un poderoso ejército que si bien, puede ponerse en tu contra, si aprendes a manejarlo te ayudará a ganar cualquier batalla.
Aprende a fluctuar su presencia. A separarte de él viviendo el ahora y siendo sensible a la más pura belleza de la vida, y a abrazarlo cuando necesites de su fuerza.
El orgullo que procede del ego es una fuente de energía, y como toda fuente de energía puede ser canalizada.
Ser una persona orgullosa puede ser algo bueno o algo malo, todo depende de para que utilices esa energía.
Si tu orgullo hace que cuando te sientes criticado por otra persona, pierdas los papeles y comiences a agredirla tu también a ella, estás usando esa energía para provocarte malestar a ti mismo y a ella.
Si ese mismo orgullo lo utilizas para decirte a ti mismo: Yo soy lo suficientemente fuerte como para defenderme de esta crítica sin perder la calma, aportando mi visión a la otra persona y fortaleciendo los lazos amistosos que me unen a ella. Estás usando esa energía para motivarte a ti mismo a actuar correctamente y generar beneficios para ambas partes.
No temas ser orgulloso, porque hay personas orgullosas que han conseguido grandes cosas para si mismas y para el resto de la sociedad. No obstante, aprende a gestionar tus propias emociones y a canalizar ese orgullo hacia tu metas, objetivos y sueños. Hacia tu propio bien y hacia el bien de todos.
Así el día de mañana podrás decir con orgullo, que tú has sabido aprovechar una de tus mayores fuentes de energía para hacer grandes cosas, mientras otros han utilizado esa energía para destruir y destruirse.